DIÁLOGO ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO
Alma ¡Oh! ¿Quién podrá levantar, desde esta Celda,
Un alma esclavizada en tantos modos?
Con grilletes de Huesos que aprisionan los Pies;
Y esposas en las manos.
Aquí cegada con un Ojo, y allí
Ensordecida con el tamborileo de un Oído.
Un alma suspendida, cual si fuera en Cadenas
De Nervios, de Arterias y de Venas.
Torturada, junto con otras partes,
En una vana Cabeza y un falso Corazón.
Cuerpo ¡Oh! ¿Quién habrá de liberarme totalmente
De los lazos de esta tiránica Alma?
Que tan rectamente me impele
Que voy hacia mi propio precipicio;
Y da calor y agita esta estructura que nada necesita;
(La Fiebre haría lo mismo)
Y buscando dónde volcar su despecho
Vida me dio para dejar que muera.
Un cuerpo que jamás descansar pudo
Ya que este malo Espíritu lo posee.
Alma ¿Qué magia podría confinarme
A languidecer en la pena de otro?
Donde lo que se lamenta
No puede hacer oír su queja.
Y todos mis cuidados él dispone
Para salvar lo que a mí me destruye:
Constreñida no solo a soportar
Enfermedades, sino lo que es peor, la Cura.
Y a menudo, pronta a ganar el Puerto,
Naufrago en la salud de nuevo
Cuerpo. Pero la Medicina jamás podría alcanzar
Esas dolencias que me enseñas;
Tú, que primero atormentas
Con el calambre de la esperanza,
Y luego el Paralítico Estremecimiento del Temor.
Agrávase la peste del amor
O devora la Úlcera del escondido Odio.
Aturde la gozosa Locura de la Alegría
O aqueja otra Locura de la Pena.
Lo que el conocimiento me fuerza a conocer;
Y a lo que la Memoria jamás renunciaría;
¿Quién tendría este ingenio sino un Alma
Para edificarme tan apto al pecado?
Igual los Arquitectos cuadran
Los verdes Árboles que en el bosque crecieron.
Tomado de Los poetas metafísicos ingleses del siglo XVII (El Perro y la Rana, Poesía del Mundo, 2007). Traducción de Enrique Caracciolo Trejo.
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