lunes, 8 de junio de 2009

Absurdo y melancolía: barroco



Touchstone. –Es gran lástima que los locos no tengan derecho a hablar sensatamente de las locuras de las gentes sensatas.

Jaques. –por mi fe, que andaba en busca de un necio cuando di con vos.


En As you like it, obra de Shakespeare, encontramos a dos personajes con tal fuerza que podrían llegar a formar parte fácilmente de otra puesta en escena independiente (quizá con el espíritu de un Beckett, o de un Lars von Trier). Ellos son Jaques, un noble, un viajero; y Touchstone, un bufón. El primero representa a la melancolía y el segundo al absurdo. Mientras Touchstone se diluye en discursos elaborados a partir de las más disparatadas analogías y comparaciones, Jaques se encuentra sumergido en el sol negro –siguiendo a Nerval y a Kristeva– de una melancolía capaz de reflexionar sobre sí misma, tal y como se puede apreciar en uno de sus diálogos con Rosalinda (IV, 1, p. 101). Pero quizá una de las imágenes más claras de la acedia de Jaques esté en la quinta escena del Primer acto. En el bosque, Amiens canta una canción sobre el invierno cruel y el tiempo airado. Al terminar, Jaques le pide que siga cantando. Y cuando Amiens le señala el riesgo que correrá de ponerse melancólico, Jaques responde: “Tanto mejor. Todavía más, te ruego; todavía más. Puedo sorber la melancolía de una canción como la comadreja sorbe los huevos. Todavía más, por favor. Todavía más” (II, 4, p. 82). En contraposición a la densidad de esta imagen, están los retruécanos verbales de Touchstone: busca lo múltiple y confuso en lo sencillo, con un verbo ágil. Lo imaginamos mentalmente veloz, un espíritu contradictorio y a la vez cómico (V, 1). Si bien Jaques condena a Touchstone por su falta de cultivo intelectual y su “erudición mal aposentada”, también es justo decir que en medio de lo inverosímil del discurso de este bufón se pueden entrever –aunque con cierto esfuerzo– ciertas “verdades” sobre el mundo barroco:
Cuando los versos de un hombre no pueden ser comprendidos, ni
su buen ingenio secundado por ese niño precoz, la inteligencia, el hombre se
queda más muerto que si le presentaran una cuenta enorme en un mísero mesón
(III, 3, p. 96).
Imagen barroca por su complejidad formal: los versos no comprendidos de un hombre pueden dejar a cualquiera “muerto”: perplejo en el mesón desequilibrado que es la vida barroca si seguimos la metáfora de González García. Es cierto que Jaques presenta un pensamiento mucho más refinado en contraposición a la actitud paradójica y ambigua de un Touchstone capaz –hay que repetirlo– de tornarse lúcido, así como ocurre en su monólogo sobre los odiosos pero “necesarios” cuernos (III, 3, p. 96). De hecho, Jaques lo llama “loco sensato” (96). Son personajes opuestos, sí. Se contradicen, también. Pero solamente en una primera lectura, porque Jaques y Touchstone llegan a lo barroco por distintas vías: uno a partir de su genio saturnal –en ese arrinconamiento en el que está el ángel de Durero en Melancolía I) – y el otro por su arte del enredo verbal, de la bufonería. Cada uno actúa desde su lugar social en el teatro del mundo. Quizá ambos se pueden completar en una metáfora: la de una consciencia que se reconoce situada (y sitiada) en un mundo al revés. De imaginar al barroco con la imagen de una moneda, Touchstone representaría al absurdo, el enredo, la confusión; y Jaques a la melancolía, al desengaño.


Alejandro Sebastiani Verlezza
Junio de 2009.

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