Barthel Beham es tal vez uno de
los precursores menos conocidos del Barroco. No se sabe la fecha exacta en que
su cuadro Enfant endormi avec quatre
cránes et un sablier vio luz, pero dado Beham nació en 1512 y murió en
1540, estaríamos en presencia de una obra precedente al inicio del periodo
Barroco.
En la pintura observamos
numerosos aspectos característicos de la pintura barroca. Tres cráneos
horizontalmente alineados en la parte inferior y uno más en la zona superior
derecha del cuadro nos advierten sobre la omnipresencia de la muerte. Cada una de
estas calaveras muestra un ángulo distinto, y si hacemos el recorrido visual de
izquierda a derecha, notaremos cómo el nivel de detalle va en aumento. Luego,
en la parte superior izquierda vemos a un niño dormido junto a un reloj de
arena. Con un poco de imaginación, sin embargo, podemos asumir que el niño está
en realidad muerto. De hecho, no queda claro si lo que vemos son sus párpados
cerrados o un par de ojos en blanco; recordemos que el sueño como metáfora de
muerte es también una característica del Barroco. El reloj de arena junto al
niño parece decirnos: “memento mori,
la infancia es una ilusión”, lo que constituye un recordatorio del inclemente paso
del tiempo y de nuestra condición de mortal. Por último, podríamos pensar que
existe una especie de juego de planos, aunque no resulta tan evidente ni tan
ingenioso como en muchos cuadros propios del periodo Barroco. La posición del
niño con respecto a los cráneos es ambigua. Por un lado, parece estar acostado
sobre una losa elevada algunos centímetros sobre el nivel del suelo. Por otro,
parece un cuadro o un cartel independiente, fijado en una pared detrás de las calaveras. La
locución latina Mors Omnia Aequat (la
muerte iguala todo) que reza sobre el niño contribuye a esta perspectiva, pero
los detalles del borde inferior del segundo plano más bien apuntan a la primera
hipótesis.
Alejandro Coita
No hay comentarios:
Publicar un comentario