No es descabellado pensar, siguiendo a Fernando Pessoa, que el Don Juan de Tirso quiso “sentir” fuera del “orden romano, la moral cristiana” para “burlar” a Tisbea, Isabela y Aminta, eso sí, escudado tras el poder que le otorga un apellido de abolengo, Tenorio. Un pícaro sin aventura realmente picaresca, podríamos convenir, si tomamos en cuenta que el pícaro vive en la intemperie, desprotegido, sin Don Diego que lo socorra. Poco le importa a Don Juan el futuro, por eso, ante las increpaciones de Catalinon, quien le dice que pagará caras sus burlas, Don Juan, sin mucho arte de la prudencia, le responde una y otra vez con su cínico estribillo (y muy cómico): tan largo me lo fiáis; Don Juan es un personaje de teatro dentro de otra obra de teatro: el mundo pendular, allí encarnan engaño y desengaño en su figura y en la de las mujeres burladas, respectivamente; enmascarado como aristócrata, Don Juan lee e interpreta (y vive, por supuesto) “al revés” lo que José M. González García llama en su ensayo sobre el barroco “el libro de la vida social” (o mejor: podríamos decir que finge ante los otros que lo “lee bien, correctamente”); su “arte de descifrar” (y de andar) por la vida está basado en ocultar sus intenciones bajo un elocuente discurso; detrás de sus mentiras y con la seguridad de su condición aristócrata, anda como mejor le parece por los caminos de su propia voluntad e inclinación, hasta que le llegó la hora de la muerte, la igualadora, cosa al parecer no prevista por Don Juan en el instante de su último y hasta soberbio “tan largo me lo fiáis”; el ideal que regía su “camino de la vida” –siguiendo a González García– consistía en burlar también las formas y convenciones de su tiempo; Don Juan no pareciera estar muy interesado en “aprender a leer y descifrar las voluntades ajenas” –como dice González García en su ensayo ya citado– y sí de vivir bajo su propia ley; no es posible distinguir en Don Juan de dónde viene este afán de contravenir los códigos sociales y de conducta de la época, este afán de Eros sin espejo, fugaz (porque se supone que Eros implicaría una “conexión”, un “vínculo”, y no una burla constante hacia las imágenes femeninas que va deseando, pero de la burla está hecho su mundo barroco); pareciera Don Juan estar guiado por estos versos de Quevedo que cita el mismo González García: “Vive para ti solo, si pudieres; pues sólo para ti, si mueres, mueres”. Podríamos interpretar también que el “tan largo me lo fiáis” de Don Juan responde a una lectura “única” del mundo y “del libro de la vida”, al menos en la versión de Tirso de Molina, en la que Don Juan no se enamora, pues antes que el camino del amor prefiere llenar la escritura del libro de su vida con la burla; al decirle una y otra vez a Catalinon “tan largo me lo fiáis” pareciera no tomar en cuenta Don Juan que es un ser fugaz, perecedero, como todo ser humano, un “ser para la muerte”, como explica González García citando a Heidegger para referirse al barroco, pues solamente al final de su vida, Don Juan, pareciera darse cuenta de su fragilidad: “¡Que me quemo! ¡Que me abraso! Muerto soy”. Aquí, en esta frase suya, pareciera cerrarse un círculo vital; es tan breve el “darse cuenta” de la propia brevedad de (su) vida, el péndulo se le movió tan bruscamente, que no podríamos decir que haya alguna reflexión en el personaje sobre su condición; no se trata de condenar ni mucho menos de realizar un juicio al “donjuanismo” de Don Juan (es decir: a su condición), sino de apreciar la ausencia de reflexión sobre el propio hacer y pensar en los momentos de mayor fragilidad, cuando se empieza a sospechar la presencia de la enfermedad y muerte.
ASV
¡Muy bien! Haces una intersante conxión de figuras barrocas muy a la manera de González García
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