“What before pleased them all, takes but one sense,
And that so lamely, as it leaves behind
A kind of sorrowing dullness to the mind.”
Farewell to Love, John Donne.
William Hazlitt, en “Characters Of Shakespeare’s Plays”, afirma que Hamlet está muy subyugado a los tribunales de su propio pensamiento como para peocuparse por las consecuencias prácticas de las cosas. Sabemos que Hamlet comienza a hacerle la corte a Ofelia antes de la muerte de su padre, y sabemos que luego de ella continúa haciéndosela (Acto I, Escena III). Pero, una vez visto el espíritu de su padre en armas, ya no parece ser tiempo para enamorarse; en consecuencia, su amor con Ofelia llega a ser el más vivo efecto de sus circunstancias; de la melancolía, la amargura y la frustración. Hamlet no puede actuar de otro modo. Ni tampoco hubiera podido explicarle su falta a Ofelia; porque, como afirma Hazlitt y luego le confirma Hamlet a la misma Ofelia, tiene más pecados sobre su cabeza que fantasía para darles fomas o tiempo para llevarlos a ejecución (Acto II, Escena IV). Sus maneras con Ofelia no pueden haber discurrido de otra manera y hubiera tardado años en decirle por qué. Para Ofelia, Hamlet fue mucho, sino todo; pero para Hamlet, luego de la aparición de su padre, Ofelia fue muy poco.
Es de esperar, entonces, que el entendimiento de Ofelia se haya privado por las acciones de Hamlet con respecto a ella. No otra cosa propone el poema intencionalmente visual de Rimbaud cuando exclama “Es que en una mañana de Abril, un hermoso caballero pálido, Un pobre loco / se sentó mudo a tus plantas”; o: “¡Cielo! ¡Amor! ¡Libertad! ¡Qué sueño, oh, pobre loca!/ Te hundiste en él como la nieve en el fuego”. Y ningunos otros versos iluminan mejor el motivo de su suicidio, o su sumisión en toda la obra, y ninguna otra razón parece haber en su asimilación de las promesas de amor de Hamlet que una verdad y no una apariencia, como le advertía Polonio. Muy tarde entendió que ellas eran, de principio a fin, apariencias; mejor dicho, que todo es apariencia. Y para esto tuvo su convencimieno final y recio en el asesinato de su padre; sólo cuando al fin su visión, como sus amplios velos, fue mecida muellemente por las aguas de una nueva y triste pecepción, al igual que Hamlet luego de ver la sombra de su padre. Y es, luego de ambos convencimientos, donde tal vez esté la mayor afinidad de estos personajes: a ambos “sus grandes visiones estrangularon a sus palabras”, y también a sus destinos.
And that so lamely, as it leaves behind
A kind of sorrowing dullness to the mind.”
Farewell to Love, John Donne.
William Hazlitt, en “Characters Of Shakespeare’s Plays”, afirma que Hamlet está muy subyugado a los tribunales de su propio pensamiento como para peocuparse por las consecuencias prácticas de las cosas. Sabemos que Hamlet comienza a hacerle la corte a Ofelia antes de la muerte de su padre, y sabemos que luego de ella continúa haciéndosela (Acto I, Escena III). Pero, una vez visto el espíritu de su padre en armas, ya no parece ser tiempo para enamorarse; en consecuencia, su amor con Ofelia llega a ser el más vivo efecto de sus circunstancias; de la melancolía, la amargura y la frustración. Hamlet no puede actuar de otro modo. Ni tampoco hubiera podido explicarle su falta a Ofelia; porque, como afirma Hazlitt y luego le confirma Hamlet a la misma Ofelia, tiene más pecados sobre su cabeza que fantasía para darles fomas o tiempo para llevarlos a ejecución (Acto II, Escena IV). Sus maneras con Ofelia no pueden haber discurrido de otra manera y hubiera tardado años en decirle por qué. Para Ofelia, Hamlet fue mucho, sino todo; pero para Hamlet, luego de la aparición de su padre, Ofelia fue muy poco.
Es de esperar, entonces, que el entendimiento de Ofelia se haya privado por las acciones de Hamlet con respecto a ella. No otra cosa propone el poema intencionalmente visual de Rimbaud cuando exclama “Es que en una mañana de Abril, un hermoso caballero pálido, Un pobre loco / se sentó mudo a tus plantas”; o: “¡Cielo! ¡Amor! ¡Libertad! ¡Qué sueño, oh, pobre loca!/ Te hundiste en él como la nieve en el fuego”. Y ningunos otros versos iluminan mejor el motivo de su suicidio, o su sumisión en toda la obra, y ninguna otra razón parece haber en su asimilación de las promesas de amor de Hamlet que una verdad y no una apariencia, como le advertía Polonio. Muy tarde entendió que ellas eran, de principio a fin, apariencias; mejor dicho, que todo es apariencia. Y para esto tuvo su convencimieno final y recio en el asesinato de su padre; sólo cuando al fin su visión, como sus amplios velos, fue mecida muellemente por las aguas de una nueva y triste pecepción, al igual que Hamlet luego de ver la sombra de su padre. Y es, luego de ambos convencimientos, donde tal vez esté la mayor afinidad de estos personajes: a ambos “sus grandes visiones estrangularon a sus palabras”, y también a sus destinos.
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