viernes, 4 de febrero de 2011
Notas antes de reparación y complementario
Complementario y reparación serán el día lunes 7 a partir de las 4:00 pm
viernes, 28 de enero de 2011
Sobre la brevedad de la vida...
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,
que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.
¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.
Mal te perdonarán a ti las horas:
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años
Lo Barroco, en este soneto de Góngora, se puede visualizar desde la perspectiva que se le puede dar a partir de varias de las figuras citadas pos González García relacionadas con la muerte, con el transcurrir veloz del tiempo, con el hecho de que, sin saber cuándo el tiempo que se tiene en la vida se consume y llegamos a ese momento de la muerte, que al principio pareciera estar lejano y que en realidad, arropa a la vida más rápido de lo que el ser humano espera. Así, si se toma en cuenta lo propuesto por González García en sus Figuras de ironía e identidad, se puede visualizar en el soneto, tres figuras primordiales con respecto a este tema de la brevedad del tiempo que no perdona vida humana alguna. La primera de ellas, referida a uno de los significados del espejo en la que el autor manifiesta que la vida del ser humano en este mundo no es más que “una breve cláusula del tiempo” entre la cuna y la tumba, es decir, entre la entrada y la salida del teatro del mundo (…)” (p. 129) y que se puede comparar con el fragmento del poema que dice: “ qué presurosa corre, qué secreta a su fin nuestra edad”.
Luego, la figura de la calavera, representación fiel y exacta de la muerte, de la relación entre el tiempo y la muerte, como si el primero, al transcurrir, estuviese trazando el camino del final de la vida humana. O, con palabras de González García: “la vida se define por al muerte, de que toda la vida del hombre debe ser una meditación de la muerte para hacerla bien una sola vez” (p. 135). Y en este sentido, el personaje del poema, no deja de meditar y lo demuestra también en el verso citado que continúa diciendo A quien lo duda, fiera que sea de razón desnuda, cada Sol repetido es un cometa. O, cuando dice en el primer terceto: ¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras? Peligro corres, Licio, si porfías en seguir sombras y abrazar engaños.
Finalmente, la representación de la figura del camino de la vida que para González García es “la fugacidad del tiempo de la vida humana, la fragilidad del caminante y la proximidad entre el comienzo y el final de la jornada” y que no puede quedar más clara que con el terceto final, en el que no sólo se observa esa fugacidad del tiempo, sino también la debilidad del caminante, del personaje del poema, que ve tan cerca en su camino la imagen de la calavera, de la muerte, del fin que significa a la vez esa proximidad entre el nacimiento y la muerte y esa sensación que se tiene de que cuando apenas se está empezando a andar, ya es el momento de partir, porque definitivamente, las horas, los días y el tiempo en general, no perdonan existencia alguna. De allí que el soneto gongoriano finalice con estas palabras: Mal te perdonarán a ti las horas:las horas que limando están los días,los días que royendo están los años.
lunes, 24 de enero de 2011
QUEVEDO. MÁS ALLÁ DE LO HUMANO
La crisis y desasosiego producto de todos los cambios científicos y humanísticos propiciaban la renuncia de lo terreno en aras de lo espiritual o lo místico, o por el contrario el apego a lo sensorial, corporal y el desenfrenado goce de la vida. Esto no significa un distanciamiento caprichoso en las tendencias, sino una selección de grados y de representación de la realidad que era muy variado en esa época.
Uno de los temas más importantes de la poesía barroca es el tema del amor sumamente ligado al tema de la muerte, ambos temas influenciados por las nuevas concepciones y revoluciones científicas desarrolladas en el campo de la física por hombres como Galileo, Copernico y Kepler. Estos descubrimientos inciden en las manifestaciones artísticas porque ante el hombre se presenta una nueva concepción del universo que lo deja en una posición de infinito desamparo, puesto que estas leyes no están definidas por Dios sino por los misterios ignotos del cosmos.
Entonces al poeta se le presenta el problema de la finitud de la vida ante la infinitud del tiempo y la muerte, de la fragilidad de las pasiones humanas ante la perennidad del olvido. Quevedo máximo representante del conceptismo sustenta perfectamente estos problemas de la inestabilidad de la fe en su poema "Amor constante más allá de la muerte" :
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)
En este poema Quevedo no habla de un amor particular sino del amor humano, plantea la idea de lo orgánico eterno,en este sentido se establece una imagen completamente barroca porque se funda en la idea de la paradoja y se concreta la conciliación de los antagonismos .En el caso de este poema tanto la muerte como el amor son verdades, se establece lo barroco en la eterna batalla de los elementos opuestos, batalla que se resuelve en una especie de tentativa de la evasión mística, se resuelve convocando fuerzas que van más allá de lo materialmente humano.
El poema revela lo mágico en la desaparición y la presencia en la transmutación de los elementos, otorgando a la pobre condición humana omnipotencia cuando dos personas se aman. El amor facilita el encuentro de los opuestos, la vida y la muerte, así como “las plumas y las piedra” referidas por Octavio Paz, dejan de ser dos conceptos, dejan de ser esto o aquello para encontrar trascendencia en la mixtura que otorga la paradoja de pensar en que aunque falte la vida siempre queda lo vivido.
Vanesa Daniela León.
domingo, 23 de enero de 2011
Necrología grotesca
Miseria humana
¿QUé somos los humano? Albergue de dolores,
Pelota del azar, errante fuego fatuo,
Teatro del temor y de contrariedad
Nieve fundida en breve, candelas consumidas,
La vida nos escapa como burlas y charlas.
Los que antes pusieron la túnica del cuerpo
E inscritos se encuentra en el libro de muertos
Borrados están ya de nuestros corazones.
Como un sueño vano que cae en el olvido,
Como se pierde el río al que nada detiene
Así desaparecen fama, nombre y honor.
Lo que ahora alienta perecerá ya pronto,
A la tumba nos siguen los que nos continúan
Y desaparecemos cual humo entre los vientos.
A sí mismo
DE mí mimo me espanto, tiemblan los miembros todos
Cuando contemplo ahora la nariz y los labios,
Las cuencas de los ojos, cegados de velar,
El penoso jadeo y los párpados muertos.
La lengua, hinchada y negra, hablar no puede ya,
Sólo es un balbuceo. Agotada el alma
Clama al Dios de consuelo. La carne apesta a tumba.
Los médicos me dejan, aumentan los dolores.
Mi cuerpo es ya tan sólo venas, alma y huesos.
Si me siento, padezco, y sufro si me acuesto.
Los muslos necesitan de alguien que los sostengan.
¿Y qué valen la fama, la ciencia y la juventud?
Cuando la hora llegue no habrá más que humo y niebla
Y el morbo que ataca y mata sin clemencia.
Barroco, a pesar de no poder ser definido en una totalidad, puede ser retratado en el imaginario a través de la imagen de la perla irregular, visión extravagante. En los poemas de Andreas Gryphius podremos hallar la fuerza visual de las imágenes grotescas. Uno nos retrata la muerte individual, un cuerpo que padece. La conciencia interna del propio padecimiento del fenecer. Ir sintiendo como cuerpo y alma se consumen. La idea de lo corporal es vívidamente extravagante.
"El sueño" - John Donne
Habría de romper este sueño feliz.
Era un tema
Para la razón, demasiado fuerte para la fantasía.
Por ello, muy sabiamente me despiertas. Sin embargo
No rompiste mi sueño, sino lo continuaste;
Eres tan verdadera, que el solo pensamiento de ti es suficiente
Para hacer los sueños realidad, a las fábulas historia;
Entra en estos brazos, pues y ya que crees mejor
No soñar todo mi sueño, obremos lo que falta.
Como relámpago, o como la luz de candela
Tus ojos y no tu ruido me despierta;
Sin embargo, te imaginé.
(Porque amas la verdad) un Ángel, a primera vista;
Mas cuando vi que mirabas mi corazón
Y conocías mis pensamientos mejor que con el arte de un ángel.
Cuando supiste lo que soñaba, cuando supiste en qué momento
El exceso de gozo habría de despertarme, y viniste entonces,
Debo confesar que no pudo sino ser
Blasfemo y te imaginé cualquier cosa menos tú.
El venir y quedarte te mostró
Pero el levantarme me hace dudar; y ahora
Tú no eres tú.
El amor es débil cuando el temor es tan fuerte como él;
No es sólo espíritu puro y esforzado
Si contiene temor, vergüenza, honor.
Así como antorchas que prontas han de estar,
Que los hombres encienden y apagan, así me tratas:
Tú viniste a encenderla, te vas para volver; entonces
Soñaré otra vez esa esperanza, pues de otro modo moriría.
Comentario
La cultura barroca nos empuja hacia una doble articulación de la existencia: la realidad y el sueño. Podemos decir que a través de la experiencia onírica se sostienen algunas impresiones que envuelven el trasfondo íntimo de lo humano. El sueño, en este sentido, ofrece un orden dentro de lo irracional. John Donne en su poema “El sueño” dice:
No rompiste mi sueño, sino lo continuaste;
Eres tan verdadera, que el solo pensamiento de ti es suficiente
Para hacer los sueños realidad, a las fábulas historia.
La vinculación entre estos dos mundos está presente en el poema y transmite cierto desengaño, cierta ausencia y necesidad de extender un sueño. Pero al mismo tiempo estar consciente de que esa vivencia es tan trascendete como para convertirse en realidad. Saber el engaño es tener conciencia de que hay una diferencia entre estos dos mundos y de esta forma inicia un juego que constantemente atrae estos dos polos en el barroco. Un movimiento vertical que empuja igualmente hacia los dos lados. Es por ello que el teatro como espejo fue una motivación tan intensa para la cultura barroca.
sábado, 22 de enero de 2011
Ejercicio.
Federico García Lorca
Alba
El poema se antoja barroco desde su primera instancia: el título Alba; el alba es el momento del día en que surge la sombra, en que la luz empieza a fundirse con la oscuridad y el ojo es engañado por los juegos burlones del sol que se esconde.
Las imágenes recurrentes del poema son precisamente las que aluden a la luz y a la falta de ella alternativamente, con evidente triunfo de la oscuridad, el último verso es la evidencia más clara de ello: “como una estrella apagada” contrapuesto a la “tarde clara” del antepenúltimo verso.
Además del claroscuro, el poema se nutre de otras imágenes típicamente barrocas como el ojo que no ve “la tristeza sin ojos” y los “ojos muertos” que avivan el tono lúgubre de la pieza. Finalmente la noche como tumba, es decir, la imagen de la muerte ligada a la oscuridad y a la pérdida a que se refiere el poeta a lo largo de todos los versos, completa el carácter barroco de la melancólica composición poética.
viernes, 21 de enero de 2011
El inicio y el fin, el fin del inicio.
"Esta pequeña bóveda, esta cámara estrecha,
son tumba del amor y la belleza;
el rayo que nacía y empezaba
a alumbrar nuestro cielo nublado, aquí se apaga,
ya puesto para siempre, y enardece
lo más profundo allí donde lo envió la Muerte.
Era sólo un capullo, mas tenía
dulzura como abril ya no nos brindaría;
un lucero en capullo, pero acaso,
al abrirse del todo, se hubiera en sol trocado.
Hermosura en agraz, dio nueva vida
al estado de amor, que ya declina;
mas acaba su imperio y nos quedamos
libres de fuego y dardos aguzados.
Que su ardor y su arco nadie tema:
yacen aquí sus llamas y sus flechas".
THOMAS CAREW
1595(?)-1639(?)
El claro-oscuro del nacimiento y la muerte, son un reflejo de una forma barroca de ver al mundo. Y es que nada es más brillante que la inocencia, ni más temible que la sombra opaca de su fin.
Lo dulce y lo amargo, la vida sin haberse vivido. La llama que se apagó antes de arder completamente. Fuego y penumbra. Calor, frío, sepulcro. Contraste imborrable que se ve en cada aspecto de la existencia humana.
Si bien no se tiene una idea o definición concreta de lo que es o debe ser el barroco podemos acercarnos, sentir cuando algo se nos dibuja como tal.
Lo efímero del ser humano (y de cualquier ser viviente) se destaca en esta obra, la naturaleza segura y al mismo tiempo impredecible que nos depara la suerte. Es un asunto inherente a la vida, el de morir, pero artificioso cuando se trata de la infancia. Tanto que causa una sensación de pesar distinto al de una muerte más tardía. Genera una suerte de hastío, de lástima mezclada con melancolía tierna y regocijo por descubrir que el alma se mantiene pura más allá del cuerpo y la muerte.
Y el concepto de una tumba, de un epitafio de una niña en un poema dulce, a fin de cuentas, es totalmente barroco. Es hacer contrastar la hermosura de la poesía con la oscuridad de la naturaleza humana.
Todo termina siendo natural y no tanto, seguro y temido. La muerte, oh, más de la vida que la vida misma.
Noryan Yvyana
miércoles, 19 de enero de 2011
LA GUERRA DE LA VIDA FRENTE A LA LLEGADA DE LA MUERTE
Significase la propia brevedad de la vida, sin pensar y con padecer, salteada de la muerte:
"¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!
¡Poco antes, nada; y poco después, humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento,
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.”
Gran poema donde Francisco de Quevedo hace una reflexión sobre el sentido de la vida, el combate contra la muerte y el paso del tiempo. Con un uso especial de la lengua y con muchos recursos expresivos este autor nos muestra elementos que podemos identificar como típicamente barrocos.
“Fue sueño ayer, mañana será tierra (…)” así inicia este soneto, que nos presenta a un hombre desilusionado e impotente por su propia conciencia de fragilidad ante la verdadera y triste realidad que lo rodea. Un pensamiento muy característico de un período lleno de desencanto y frustración, donde todo se centra en la fugacidad del tiempo y en esa cercanía que existe entre el comienzo y el final del camino.
Quevedo a través de sus versos nos muestra una necesidad de adelantarse a la muerte, de quitarle el sentido a la vida, que combinado con una serie de metáforas embellecedoras, hacen a este poema un excelente ejemplo de lo que es propiamente barroco. Nos refleja una visión pesimista, aunque de alguna manera muy realista, que nos hace ver la vida desde otra perspectiva. Como lo expresa el propio poema: “Breve combate de importuna guerra (…)” la vida es una guerra, donde el ser lucha y se resiste día a día, aunque al final del camino la muerte siempre salga victoriosa.
DIÁLOGO ENTRE EL ALMA Y EL CUERPO
Alma ¡Oh! ¿Quién podrá levantar, desde esta celda,
Un alma esclavizada en tantos modos?
Con grilletes de huesos que aprisionan los pies;
Y esposas en las manos.
Aquí cegada con un ojo, y allí
Ensordecida con el tamborileo de un oído.
Un alma suspendida, cual si fuera en cadenas
De nervios, de arterias y de venas.
Torturada, junto con otras partes,
En una vana cabeza y un falso corazón.
Cuerpo ¡Oh! ¿Quién habrá de liberarme totalmente
De los lazos de esta tiránica Alma?
Que tan rectamente me impele
Que voy hacia mi propio precipicio;
Y da calor y agita esta estructura que nada necesita;
(La Fiebre haría lo mismo)
Y buscando dónde volcar su despecho
Vida me dio para dejar que muera.
Un cuerpo que jamás descansar pudo
Ya que este malo Espíritu lo posee.
Alma ¿Qué magia podría confinarme
A languidecer en la pena de otro?
Donde lo que se lamenta
No puede hacer oír su queja.
Y todos mis cuidados él dispone
Para salvar lo que a mí me destruye:
Constreñida no solo a soportar
Enfermedades, sino lo que es peor, la cura.
Y a menudo, pronta a ganar el puerto,
Naufrago en la salud de nuevo
Cuerpo. Pero la Medicina jamás podría alcanzar
Esas dolencias que me enseñas;
Tú, que primero atormentas
Con el calambre de la esperanza,
Y luego el paralítico estremecimiento del temor.
Agrávase la peste del amor
O devora la ulcera del escondido odio.
Aturde la gozosa locura de la alegría
O aqueja otra locura de la pena.
Lo que el conocimiento me fuerza a conocer;
Y a lo que la Memoria jamás renunciaría;
¿Quién tendría este ingenio sino un Alma
Para edificarme tan apto al pecado?
Igual los arquitectos cuadran
Los verdes árboles que en el bosque crecieron.
Tomado de Los poetas metafísicos ingleses del siglo XVII (El Perro y la Rana, Poesía del Mundo, 2007). Traducción de Enrique Caracciolo Trejo.
A DIALOGUE BETWEEN THE SOUL AND THE BODY
Soul. O, WHO shall from this dungeon raise
A soul enslaved so many ways ?
With bolts of bones, that fettered stands
In feet, and manacled in hands ;
Here blinded with an eye, and there
Deaf with the drumming of an ear ;
A soul hung up, as 'twere, in chains
Of nerves, and arteries, and veins ;
Tortured, besides each other part,
In a vain head, and double heart ?
Body. O, who shall me deliver whole,
From bonds of this tyrannic soul ?
Which, stretched upright, impales me so
That mine own precipice I go ;
And warms and moves this needless frame,
(A fever could but do the same),
And, wanting where its spite to try,
Has made me live to let me die
A body that could never rest,
Since this ill spirit it possessed.
Soul. What magic could me thus confine
Within another's grief to pine ?
Where, whatsoever it complain,
I feel, that cannot feel, the pain ;
And all my care itself employs,
That to preserve which me destroys ;
Constrained not only to endure
Diseases, but, what's worse, the cure ;
And, ready oft the port to gain,
Am shipwrecked into health again.
Body. But Physic yet could never reach
The maladies thou me dost teach ;
Whom first the cramp of hope does tear,
And then the palsy shakes of fear ;
The pestilence of love does heat,
Or hatred's hidden ulcer eat ;
Joy's cheerful madness does perplex,
Or sorrow's other madness vex ;
Which knowledge forces me to know,
And memory will not forego ;
What but a soul could have the wit
To build me up for sin so fit ?
So architects do square and hew
Green trees that in the forest grew.
Diálogo entre el cuerpo y el alma de Andrew Marvell es un poema que demuestra su esencia barroca en el juego con las dualidades entre lo visible y lo invisible. El alma juega a la corporeidad, se degrada en la angustia del encierro. Su discurso refleja la imperante zozobra del hombre barroco, un hombre en conflicto con su espiritualidad. Se nos muestra que hay un quiebre, una separación: el ser humano ha perdido la comunión entre sus partes y ahora ve en ellas dos opuestos. El espíritu barroco empapa este discurso a través de sus oposiciones y contrastes: “El alma cegada con un ojo, y allí ensordecida con el tamborileo de un oído”. El cuerpo es tortura para el alma casi tanto como al hombre mismo. El cuerpo una vez más esta presente como algo mórbido. Solo la muerte librará al Alma de su enfermedad.
La imagen del alma suspendida entre nervios, arterias y venas recuerda la obra de Rembrandt: Lección de Anatomía del Dr. Tulp”; se dice que una de las finalidades de estas lecciones era demostrar la sabiduría de Dios por medio de la construcción del cuerpo. El hombre barroco estaba intrigado por ello y volcaba su mirada hacia él, lo único visible. En el poema de Marvell el cuerpo también es objeto de interés y tiene voz propia. Tras ser convertido en objeto de cansancio, se hace escuchar: se siente poseído y empujado hacia el precipio de la muerte. Se siente aquejado por dolencias que la medicina sería incapaz de curar, los tormentos del alma son angustia presente en el pensamiento del hombre barroco. El Cuerpo se ve fatigado por la enfermedad del Alma
El diálogo del Alma es a su vez un diálogo oscuro y a veces hermético, los recovecos del barroco están presentes en él. Hay algo oculto detrás de las palabras, algo que el hombre barroco está obligado a desenmarañar. Las ambigüedades del poema parecen dirigirnos hacia un camino donde todo paso es en falso: “I feel, that cannot feel, the pain”. El Alma habla del Cuerpo como si fuese cuerpo, y el Cuerpo habla del Alma como si fuese alma. Ambos son caras de un mismo espejo, uno se ve reflejado en el otro. Lo que se es y lo que se aparenta ser vuelven a confundirse en sus conversaciones.
Otro aspecto en el que se hace presente el espíritu barroco en este poema es la sonoridad de las palabras en su lengua original. Ya percibimos en ellas algo de laberíntico, es fácil perderse en los pasillos de la construcción del discurso. Sin embargo, esto no es lo mas impresionante. Marvell cierra su poema con una metáfora impresionante, que parece desconectada del discurso, que aviva nuestra intriga: “So architects do square and hew, Green trees that in the forest grew”. Y nos deja así, absolutamente desconcertados, casi tan perdidos y desorientados como el hombre de su época.
Geraldine Gutiérrez.
CUÁN FRÁGIL ES LA VIDA
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.
lunes, 17 de enero de 2011
Soneto de Quevedo
Antes alegre andaba; agora apenas
alcanzo alivio, ardiendo aprisionado;
armas a Antandra aumento acobardado;
aire abrazo, agua aprieto, aplico arenas.
Al áspid adormido, a las amenas
ascuas acerco atrevimiento alado;
alabanzas acuerdo al aclamado
aspecto, a quien admira antigua Atenas.
Agora, amenazándome atrevido
amor aprieta aprisa arcos, aljaba;
aguardo al arrogante agradecido.
Apunta airado: al fin amando acaba
aqueste amante al árbol alto asido,
adonde alegre ardiendo antes amaba.
Conmueve en una primera instancia el soneto por la voluptuosidad formal, el afan de privilegiar la vista antes que los sentidos; ostensible en las dicciones que empiezan todas, excepto dos, con 'a'. Aturde también el uso de imagenes inusuales a las que nos tiene acostumbrado el Barroco, como la de la primera estrofa, donde abraza aire, abraza agua, abraza nada. Cumple con aquellos rasgos comunes que parecen privilegiarse en la poesía barroca: el ornamento exagerado (
aqueste amante al árbol alto asido), la continuidad incesante de las imagenes (Al áspid adormido, a las amenas ascuas/ acerco atrevimiento alado), la primicia de las figuras (ardiendo ando aprisionado), que tienen la modalidad de hacer de los sentidos un órgano de la razón, de tal manera que ésta en la poesía, siendo ya debidamente una idea, tenga una composición armónica junto con la pasión; como sucede en la interpretación del amor de Quevedo a Antonia, únicamente expresable bajo la forma de un soneto cuyas dicciones comienzan con 'a'; artificio entendible no como distancia verbal, sino como el instinto del ingenio o bien el ingenio del instinto.
Santa Teresa de Jesus y su anhelo por la muerte.
John Donne, La prohibición
domingo, 16 de enero de 2011
El desencanto del Amor
La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas destilado,
Y a no invidiar aquel licor sagrado
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;
Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora
Y sólo del Amor queda el veneno.
Luis de Góngora y Argote
Lo que parece en un principio un poema de amor, es una advertencia que nos da Góngora de la misma. A través de este soneto, formado por metáforas y alusiones mitológicas, se aconseja a los amantes que estén atentos, que no se dejen llevar por la bella tentación que ofrece el amor, y es esta visión de engaño, este desencanto y pesimismo preciosamente expresado, una actitud propia de lo que podemos llamar como “barroco”.
En la primera estrofa, el poema abre con un epíteto, “dulce boca” enfatizando y personificando este elemento seductor, declarándola como la protagonista, como la simbolización de Amor, y le sigue un hipérbaton (“a gustar convida”) con la cual se anuncia la invitación hacia el engaño. Luego cierra con una referencia mitológica, en la cual hace relación a Ganímedes, quien es secuestrado por Júpiter (equivalente a Zeus), y hace cargo a su amante de entregarle la copa de néctar de los dioses; y así crea una bella imagen de la boca como una especie de alcohol sagrado.
A partir de la segunda estrofa comienza la advertencia; el amor pasó de ser licor a una serpiente, un veneno que se esconde en la lengua, en las palabras del amante, y se transfiere a través de sus labios. Te pide cuidado, te avisa que entre flor y flor, entre lo que parece bello hay una trampa difícil de evadir. La tercera estrofa continúa la misma idea; el amor cambió de ser labios a una rosa, y la relaciona con la diosa Aurora, quien se cree que llora perlas (aljófar), y así señala que lo que puede parecer hermoso, en realidad conlleva dolor, y las rosas alfojaradas, que parecían en un principio algo agradable, se ve desencantado por la agonía.
El soneto termina con el cambio de la rosa a la manzana de Tántalo, otra referencia mitológica. En el mito, Tántalo recibe un castigo por Hades, y es condenado a la insatisfacción: si tiene sed el agua desaparecerá, y si tiene hambre el viento se llevará las manzanas del árbol. Y así, las manzanas simbolizan la incitación, pero que huyen una vez que estamos a punto de alcanzarlas. Y de todo ello sólo queda el veneno.
Así pues, vemos cómo el Amor, a través de usos de metáforas, hipérbaton y referencias mitológicas, sufre toda una metamorfosis en este poema: boca-licor-labios-rosas-manzanas. Pero vemos cómo lo que consideremos bello y atrayente se simplifica en veneno, en mentira, en estafas… no queda felicidad, solo pena. El amor mata, el amor muerde, el amor envenena, el amor duele, el amor seduce sin dar… La esencia barroca está en este mensaje y en este constante desengaño, en la desacralización que manifiesta Góngora sobre este sentimiento que une un ser con otro ser.
sábado, 15 de enero de 2011
Acerca de Rechazo a la mediocridad en el amor.
Bríndame más Amor o más Desdén;
la Zona Tórrida o Gélida
igual alivio traen a mi dolor;
mas la Zona templada no da nada:
el extremo, del Odio o del Amor
más dulce es que la calma.
Dame una tormenta; si ésta fuera Amor,
cual Dánae, en esa lluvia de oro
nadaré con placer; y si fuera
Desdén, ese torrente devorarán
mis buitres de esperanzas; y es poseído
del Cielo, quien sólo es liberado del infierno.
Entonces, corona mi dicha o cura mi dolor;
Bríndame más Amor o más Desdén.
La idea de lo barroco ha sido confusa pero la confusión no sólo está en la intento de definición del barroco sino también en lo que expresa. El espíritu de las contraposiciones es algo netamente barroco. Thomas Carew hace notable esta posición en su poema Rechazo a la mediocridad en el amor; Un poema que propone el contraste del sentimiento humano. Refleja la tensión entre los elementos contradictorios. Un juego de luz y oscuridad, tal como los cuadros de Caravaggio que para retratar la luz exigen reflejar sombras. Una especie de tenebrismo que usa la luz (amor) y sombras (desdén). Carew representa la furia de la pasión, la vitalidad del hombre se encuentra en lo violento del fluir. El individuo está sumergido dentro de una contradicción, y está consciente de ello.
Otro elemento barroco dentro de este poema es la desesperación por el sentir, la pasión por lo exagerado. Es necesario los extremos, "el extremo, del Odio o del Amor /más dulce es que la calma." Las oposiciones y lo extremo configuran parte de la esencia barroca
viernes, 14 de enero de 2011
Detente Sombra
A vosotras, estrellas,
alza el vuelo mi pluma temerosa,
del piélago de luz ricas centellas;
lumbres que enciende triste y dolorosa
a las exequias del difunto día,
güérfana de su luz, la noche fría;
ejército de oro,
que por campañas de zafir marchando,
guardáis el trono del eterno coro
con diversas escuadras militando;
Argos divino de cristal y fuego,
por cuyos ojos vela el mundo ciego;
señas esclarecidas
que, con llama parlera y elocuente,
por el mudo silencio repartidas,
a la sombra servís de voz ardiente;
pompa que da la noche a sus vestidos,
letras de luz, misterios encendidos;
de la tiniebla triste
preciosas joyas, y del sueño helado
galas, que en competencia del sol viste;
espías del amante recatado,
fuentes de luz para animar el suelo,
flores lucientes del jardín del cielo,
vosotras, de la luna
familia relumbrante, ninfas claras,
cuyos pasos arrastran la Fortuna,
con cuyos movimientos muda caras,
árbitros de la paz y de la guerra,
que, en ausencia del sol, regís la tierra;
vosotras, de la suerte
dispensadoras, luces tutelares
que dais la vida, que acercáis la muerte,
mudando de semblante, de lugares;
llamas, que habláis con doctos movimientos,
cuyos trémulos rayos son acentos;
vosotras, que, enojadas,
a la sed de los surcos y sembrados
la bebida negáis, o ya abrasadas
dais en ceniza el pasto a los ganados,
y si miráis benignas y clementes,
el cielo es labrador para las gentes;
vosotras, cuyas leyes
guarda observante el tiempo en toda parte,
amenazas de príncipes y reyes,
si os aborta Saturno, Jove o Marte;
ya fijas vais, o ya llevéis delante
por lúbricos caminos greña errante,
si amasteis en la vida
y ya en el firmamento estáis clavadas,
pues la pena de amor nunca se olvida,
y aun suspiráis en signos transformadas,
con Amarilis, ninfa la más bella,
estrellas, ordenad que tenga estrella.
Si entre vosotras una
miró sobre su parto y nacimiento
y della se encargó desde la cuna,
dispensando su acción, su movimiento,
pedidla, estrellas, a cualquier que sea,
que la incline siquiera a que me vea.
Yo, en tanto, desatado
en humo, rico aliento de Pancaya,
haré que, peregrino y abrasado,
en busca vuestra por los aires vaya;
recataré del sol la lira mía
y empezaré a cantar muriendo el día.
Las tenebrosas aves,
que el silencio embarazan con gemido,
volando torpes y cantando graves,
más agüeros que tonos al oído,
para adular mis ansias y mis penas,
ya mis musas serán, ya mis sirenas
La idea de claro obscuro predomina en este poema, de Francisco de Quevedo, como la máxima expresión barroca, es un himno a un símbolo de luz que solo aparece en la oscura y fría noche. Señala Anceschi que: “…el Barroco se presenta cada vez que en el arte la energía clara y racional del hombre cede a la naturaleza y se deja vencer por el sentimiento, por el instinto, por el inconsciente, por la multiplicidad y el movimiento, por un estado de inocencia y como de perdido paraíso…, el Barroco es eterna femineidad del mundo.” El poema refleja a un hombre enamorado buscando ser correspondido, que recurre a las estrellas, en forma de alabanza, para que lo ayuden en su pena, el hombre cediendo ante la naturaleza como lo indica anceschi. Como la mayoría de los poetas barrocos no deja a un lado el tema de la muerte, aunque no en mayor grado, hace alusión a las estrellas como una cercanía al fallecimiento. Asimismo al final del poema el camino de la vida se manifiesta en la espera del gran amor; “La vida es, pues, un camino difícil, lleno de espinas….” 1
1 José M. González García. La cultura del barroco: Figuras e ironías de la identidad. Devenires, Revista semestral de Filosofía y Filosofía de la Cultura de la Facultad de Filosofía “Samuel Ramos” Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Morelia, Mich., México. Año IV, No. 7, Enero 2003
miércoles, 12 de enero de 2011
La muerte y la belleza en un poema de Lope de Vega
Lope de Vega
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura de estos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo;
aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!
¿En donde tanta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?
Lope de Vega, en su poema A una calavera de mujer, usa elementos típicamente barrocos como la ironía al contrastar la belleza y la muerte sobre la figura de una calavera. Así como también un juego de máscaras: la vida esconde la muerte y la muerte esconde, en la oscuridad y frialdad, belleza. Poemas como este reflejan una visión pesimista del mundo.
La muerte asume el lugar que antes ocupaba la belleza. Como si hubiera sido la belleza de una sustancia divina, similar al alma, que permitía que la vida se mantuviera alojada en ese cuerpo de mujer.
Desde esta posición, en la que nos pone Lope, se contempla el objeto físico, la calavera, que antes cautivaba por su belleza y que ahora lo hace por la presencia de la muerte. Si la muerte tomó a la belleza ¿la belleza esta ausente? ¿no está acaso ella presente? Sí, en el poema se puede percibir belleza; pero ¿de qué manera puede haber belleza en algo tan grotesco donde, como se sugiere en el poema, no desprecian los gusanos estar?. Esto se puede entender si tomamos en cuenta la presencia de la ironía.
La ironía es que la belleza en el ser humano es efímera y, desde el punto de vista de este poema barroco, el ideal de belleza es derrotado y su lugar es ocupado por la muerte. Ahora la muerte es bella porque se puede contemplar en el arte, se puede hacer poesía de su contemplación.
En el barroco, y en el poema, están luz y sombra fusionados pero siempre hay algo que ver. La muerte y la belleza siempre están visibles en cualquier lugar donde se enfoque la mirada.
Lope nos pone en primer plano, nos acerca, para que veamos lo sublime en lo grotesco, y lo grotesco en lo sublime. Una manifestación del barroco bajo la forma de un poema, una calavera que casi podemos tocar. Nos dice: barroco es ver la belleza desde la perspectiva de la muerte.
Por: Radha Villalobos.
Lo antes expuesto
Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.
Repetido latir, si no vecino,
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.
Salió el Sol y, entre armiños escondida,
soñolienda beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.
Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.
Luis de Góngora (1594)
Cualquiera que vaya caminando por una vereda oscura y fría, sin lugar de destino y sin certezas de ningún tipo es posible que se sienta desamparado, desalentado y asustado; con ganas de terminar cuanto antes esa dura y laberíntica travesía del errar perpetuo, de la soledad inacabable y del miedo y desconfianza universales.
Cual enfermedad incurable el glaciar presente se cierne sobre el hombre, levantando amenazas entre sí mismo y el entorno. Amenazas y hostilidades que cercenan casi por completo cualquier tipo de relación entre el ser propio y los demás, todo por el afán incansable de preservarse del daño que supone lo desconocido, lo impropio, la realidad disfrazada en la que se ve inmerso en ese mundo de ficción real que se ha levantado para suavizar lo que ciertamente existe. Es entonces una fortaleza y un disfraz en sí mismo. Conforma una dupla indestructible para salir a flote y subsistir en ese largo camino que supone la existencia y que irremediablemente termina con la muerte. Esa es la única certeza, que se dejará de existir. A lo largo del camino sólo existe la necesidad de avanzar hacia la muerte, avanzar penando en medio del frío, de las sombras incipientes, de las hostilidades y sufrimientos tan sólo acompañados por una brutal e implacable soledad por siempre cómplice del “confuso laberinto” que es la realidad, la vida.
Se deja de existir luego de detallar el dulce rostro de una mujer, luego de acercarse lo suficiente a otro ser y exponerse al daño que implícitamente lo extraño supone para lo conocido. Se quiebran las defensas y se expone el ser a la perdición, a lo irremediable del destino; es entonces cuando se da cuenta de que tanta precaución por resguardarse no ha valido de nada, el cuerpo sucumbe al deterioro, se sufre un desengaño. Un gran desengaño a mitad de un breve transitar, de una fugaz noche en medio de la nada, tal como lo es la vida de un hombre en la inmensidad de la historia.
Según José M. González García en LA CULTURA DEL BARROCO: FIGURAS E IRONAS DE LA IDENTIDAD, es probable que ese haya sido el sentir general del hombre de la época, en cuyo caso ¿cómo sería posible explicar qué hace barroco al poema, si en sí mismo no dice más que lo antes expuesto?
No se puede ser más que un “Descaminado, enfermo, peregrino”.
La muerte, su camino, y como en entre ellas se resbala la vida
¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!
Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.
En la primera estrofa de este poema, escrito por Francisco de Quevedo, la voz poética nos habla sobre la fugacidad de la vida y su fragilidad ante la omnipotencia silente de la muerte. Y es así como se sumerge profundo desde el comienzo en temas especialmente característicos del barroco. Para defender ese punto de vista recurro al ensayo de José M. González García, La cultura del barroco: figuras e ironías de la identidad, ahí se nos señalan seis figuras que en el barroco se presentan con insistencia, entre ellas están la calavera (símbolo de la muerte) y la vida como camino poblado de dificultades. Ambas están estrechamente relacionadas en este poema, y al acoplar sus ritmos despiertan la imagen de un camino accidentado, confuso, y futil; en el cual cada sombra, ruido lejano, o mínimo movimiento, es la muerte acechante, reconocida por el andante, descarada en su silencio y en la obsesión del viviente.
Veamos el poema, podemos entender nos dice que, si se quiere continuar con la “vana” vida se debe pensar en “el vuelo sin mirar las alas”, y de esta forma evitar rondar la idea recurrente de la caída. Tal es el nivel de la supremacía de la muerte incrustada en el poema que el pensar en “querer vivir mañana” se tiñe de alguna forma en actitud masoquista de quien “procura” su muerte. Esto ocurre porque el concepto de la muerte desbocado en el máximo uso de poder de su significado se inyecta en la reflexión sobre el pasar de la vida, volviéndolo terrible. Se implanta la seguridad de que la única función de todos y cada uno de los caminos del andante conducen al mismo destino irremediable, la muerte; y otra vez más allá, se alcanza a mostrar este poema a la vida misma como vanidosa por el hecho de atreverse siquiera a proponerse par de la muerte, a existir como posibilidad en la mente cuando se vive en la presencia de su ama y señora.
El tiempo barroco
Lo barroco de este poema está en el relato de un camino donde el protagonista es el hombre y el antagonista, por momentos, es el tiempo. En este camino es él quien dirige, controla y es jefe de todo. Es el único capaz de dar vida y dar muerte, enfermar a los sanos y sanar a los enfermos, y sólo él cambia los rumbos de las cosas, da fortuna a los pobres o la quita de sus manos y todo a su tiempo. El tiempo además es un médico que sana heridas, da olvido a las tristezas, pero también prepara a cada hombre para su muerte, pues aunque su paso es silencioso, se sienta en el cuerpo y como un parásito vive en él y se nutre de él hasta que el cuerpo no tiene más nada que dar. El tiempo es el inquilino que nadie quiere recibir.
Por otro lado, en este poema se evidencia una metáfora que canta una preocupación, una palabra que muestra una crisis porque nadie puede parar el tiempo. Éste es el enemigo invencible y el fin de todos. Este poema es barroco porque existe un aire que nos remite a la muerte. La gran hazaña del tiempo es que después de darle a cada ser un camino que recorrer, tarde o temprano, escribe el fin de cada persona. En el mundo barroco la muerte reinaba por cada calle, por cada pueblo y en cada poema, en cada palabra. Hay aquí un reclamo, una crítica, una voz poética que tutea la inmensidad del tiempo: lo elogia, lo desprecia, canta sus virtudes y lo enfrenta. El hombre barroco se enfrenta a una realidad desconocida y busca quitar la lona que no le permite palparla. Esa misma lona que diferencia a los vivos y a los muertos, a los que pueden seguir el camino y a los que ya no pueden ver. En este poema la palabra es la lona, que se desdobla para mostrar la herida de un tiempo inextinguible e infinito que es nada y a la vez es todo. Es vida y a la vez es muerte. Sólo se vale de sí mismo y del camino en la vida del hombre para funcionar.
El barroco es esa corriente que se nutre de todo pero a todo se resiste. En ella hay algo que nos muestra que no hay un centro definido sino un universo de elementos que llenan. El hombre barroco parece ser un hombre cobarde, miedoso, y siente la necesidad de descifrar todo, saber todo y descubrir todo. Este poema, al igual que el barroco, es una realidad que no se parece a la realidad.
ADVIERTE AL TIEMPO DE MAYORES HAZAÑAS,
EN QUE PODRÁ EJERCITAR SUS FUERZAS
Francisco de Quevedo
Tiempo, que todo lo mudas,
tú, que con las horas breves
lo que nos diste, nos quitas,
lo que llevaste, nos vuelves:
tú, que con los mismos pasos,
que cielos y estrellas mueves,
en la casa de la vida,
pisas umbral de la muerte.
Tú, que de vengar agravios
te precias como valiente,
pues castigas hermosuras,
por satisfacer desdenes:
tú, lastimoso alquimista,
pues del ébano que tuerces,
haciendo plata las hebras,
a sus dueños empobreces:
tú, que con pies desiguales,
pisas del mundo las leyes,
cuya sed bebe los ríos,
y su arena no los siente:
tú, que de monarcas grandes
llevas en los pies las frentes;
tú, que das muerte y das vida
a la vida y a la muerte.
Si quieres que yo idolatre
en tu guadaña insolente,
en tus dolorosas canas,
en tus alas y en tu sierpe:
si quieres que te conozca,
si gustas que te confiese
con devoción temerosa
por tirano omnipotente,
da fin a mis desventuras
pues a presumir se atreven
que a tus días y a tus años
pueden ser inobedientes.
Serán ceniza en tus manos
cuando en ellas las aprietes,
los montes y la soberbia,
que los corona las sienes:
¿y será bien que un cuidado,
tan porfiado cuan fuerte,
se ría de tus hazañas,
y victorioso se quede?
¿Por qué dos ojos avaros
de la riqueza que pierden
han de tener a los míos
sin que el sueño los encuentre?
¿Y por qué mi libertad
aprisionada ha de verse,
donde el ladrón es la cárcel
y su juez el delincuente?
Enmendar la obstinación
de un espíritu inclemente,
entretener los incendios
de un corazón que arde siempre;
descansar unos deseos
que viven eternamente,
hechos martirio del alma,
donde están porque los tiene;
reprender a la memoria,
que con los pasados bienes,
como traidora a mi gusto
a espaldas vueltas me hiere;
castigar mi entendimiento,
que en discursos diferentes,
siendo su patria mi alma,
la quiere abrasar aleve;
éstas si que eran hazañas,
debidas a tus laureles,
y no estar pintando flores,
y madurando las mieses.
Poca herida es deshojar
los árboles por noviembre,
pues con desprecio los vientos
llevarse los troncos suelen.
Descuídate de las rosas,
que en su parto se envejecen;
y la fuerza de tus horas
en obra mayor se muestre.
Tiempo venerable y cano,
pues tu edad no lo consiente,
déjate de niñerías,
y a grandes hechos atiende.
Hoy se está yendo sin parar
Barroco. Poesía fuera del tiempo.
Dos poemas, dos realidades históricas distintas y sin embargo una misma esencia. El Barroco entendido como tendencia literaria propia de ciertas características que le otorgan unicidad dentro de la gran variedad literaria de la época, y no ya como período histórico en el que se desarrollaron ciertos cambios en el imaginario literario de entonces.
En todo caso, para mí, lo que hace de la poesía algo barroco es precisamente esas características distintivas y no el cambio por las que fueron generadas, ni tampoco época determinada en la que se produjo (1600-1750 aproximadamente). El tiempo no vendría a ser aquí el elemento definitorio, lo que trazara los límites entre lo que es y no barroco. Por eso hablar de la poesía barroca como algo fuera del tiempo.
El poema de Quevedo, Barroco, según mi criterio, sobre todo a nivel del manejo del lenguaje:
Rostro de blanca nieve, fondo en grajo;
la piel, que está en un tris de ser pelleja;
la plata que se trueca ya en cascajo;
habla casi fregona de estropajo;
el aliño, imitado a la corneja;
tez que, con pringue y arrebol, semeja
clavel almidonado de gargajo.
En las guedejas, vuelto el oro orujo,
y ya merecedor de cola el ojo,
sin esperar más beso que el del brujo.
Dos colmillos comidos de gorgojo,
una boca con cámaras y pujo,
a la que rosa fue vuelven abrojo.
Francisco de Quevedo.
Es también un poema barroco por el tejido de imágenes que lo comprenden: alusión a la fugacidad de la belleza de la vida, de la mujer y del engaño visual, y en general de las sensaciones humanas. La ambigüedad que encierra el hecho de que lo bello, lo valioso se transforma tarde o temprano y entonces lo bello se pudra y lo valioso se oxide. La consciencia de la muerte. La premisa eterna del “nada es eterno”, la constante de la no constancia, de la fugacidad de la vida. Ironías.
Lo mismo que en “atienda aquel que dijo”, de la poeta venezolana Ida Gramcko, que a pesar de pertenecer a una realidad temporal y espacial nada parecida a la de Quevedo, logra, según mi criterio, exponer y compartir con el poema anterior las características propias del barroco. La ironía, el desengaño, la estética del contraste, el juego de la constante inconstancia e inconsistencia del mundo. La sensación de vacío. El vértigo.
Aquel que dijo
Hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?
Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo,
rescata del asalto y del incendio?
Yo, soñadora inmóvil, no he creído
en mi rostro apacible cuando duermo.
Lucho soñando, sórdida, conmigo,
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico
que me horada las sienes y el cerebro
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.
Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta,
que es la de todo soñador despierto.
Creo en mi corazón, su llama oculta
bajo las sábanas, ardiendo.
Creo en mi sangre muda
corriendo como un río del infierno.
¿Cree alguien en la calma de las tumbas,
en la paz de los muertos?
Quieren creer... ¡No lo han creído nunca!
Descansa en paz, sólo es un gran deseo.
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego.
La muerte, insomne, mira hacia la lucha
y el sueño es el más íntimo desvelo.
Ida Gramcko
Dca2