Un poema que representa lo barroco es claramente "¡Ah de la vida!" de Francisco de Quevedo:
¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Lo que hace esta gran obra de Quevedo barroca es élla misma en sí, una rueda de la fortuna que se hace sentir y el hecho de tener que aceptarla tal cual estoico: "¡Aquí de los antaños que he vivido!/La Fortuna mis tiempos ha mordido". Cuando habla de un pasar del tiempo que es ilusorio, algo que pasa desapercibido como si no existiera: "Ayer se fue; mañana no ha llegado;/hoy se está yendo sin parar un punto:/soy un fue, y un será, y un es cansado.", también se hace visible el estoicismo en esa última frase. Simplemente el hecho de juntar pañales y pompas fúnebres lo hace barroco. Esa depresión característica de la época se siente en el poema y es algo con lo que cualquiera puede estar identificado en cualquier momento, una sensación de banalidad de que todo es como un juego de Nintendo. Lástima que Quevedo nunca pudo leer a Nietzsche y entender que el secreto para salir de su depresión se hallaba en el ser, en el momento, en la vitalidad.
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