viernes, 28 de enero de 2011

Sobre la brevedad de la vida...

De la brevedad engañosa de la vida

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas:
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años


Lo Barroco, en este soneto de Góngora, se puede visualizar desde la perspectiva que se le puede dar a partir de varias de las figuras citadas pos González García relacionadas con la muerte, con el transcurrir veloz del tiempo, con el hecho de que, sin saber cuándo el tiempo que se tiene en la vida se consume y llegamos a ese momento de la muerte, que al principio pareciera estar lejano y que en realidad, arropa a la vida más rápido de lo que el ser humano espera. Así, si se toma en cuenta lo propuesto por González García en sus Figuras de ironía e identidad, se puede visualizar en el soneto, tres figuras primordiales con respecto a este tema de la brevedad del tiempo que no perdona vida humana alguna. La primera de ellas, referida a uno de los significados del espejo en la que el autor manifiesta que la vida del ser humano en este mundo no es más que “una breve cláusula del tiempo” entre la cuna y la tumba, es decir, entre la entrada y la salida del teatro del mundo (…)” (p. 129) y que se puede comparar con el fragmento del poema que dice: “ qué presurosa corre, qué secreta a su fin nuestra edad”.

Luego, la figura de la calavera, representación fiel y exacta de la muerte, de la relación entre el tiempo y la muerte, como si el primero, al transcurrir, estuviese trazando el camino del final de la vida humana. O, con palabras de González García: “la vida se define por al muerte, de que toda la vida del hombre debe ser una meditación de la muerte para hacerla bien una sola vez” (p. 135). Y en este sentido, el personaje del poema, no deja de meditar y lo demuestra también en el verso citado que continúa diciendo A quien lo duda, fiera que sea de razón desnuda, cada Sol repetido es un cometa. O, cuando dice en el primer terceto: ¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras? Peligro corres, Licio, si porfías en seguir sombras y abrazar engaños.

Finalmente, la representación de la figura del camino de la vida que para González García es “la fugacidad del tiempo de la vida humana, la fragilidad del caminante y la proximidad entre el comienzo y el final de la jornada” y que no puede quedar más clara que con el terceto final, en el que no sólo se observa esa fugacidad del tiempo, sino también la debilidad del caminante, del personaje del poema, que ve tan cerca en su camino la imagen de la calavera, de la muerte, del fin que significa a la vez esa proximidad entre el nacimiento y la muerte y esa sensación que se tiene de que cuando apenas se está empezando a andar, ya es el momento de partir, porque definitivamente, las horas, los días y el tiempo en general, no perdonan existencia alguna. De allí que el soneto gongoriano finalice con estas palabras: Mal te perdonarán a ti las horas:las horas que limando están los días,los días que royendo están los años.

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