domingo, 16 de enero de 2011

El desencanto del Amor

La dulce boca que a gustar convida

La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas destilado,
Y a no invidiar aquel licor sagrado
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;

Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora
Y sólo del Amor queda el veneno.

Luis de Góngora y Argote

Lo que parece en un principio un poema de amor, es una advertencia que nos da Góngora de la misma. A través de este soneto, formado por metáforas y alusiones mitológicas, se aconseja a los amantes que estén atentos, que no se dejen llevar por la bella tentación que ofrece el amor, y es esta visión de engaño, este desencanto y pesimismo preciosamente expresado, una actitud propia de lo que podemos llamar como “barroco”.

En la primera estrofa, el poema abre con un epíteto, “dulce boca” enfatizando y personificando este elemento seductor, declarándola como la protagonista, como la simbolización de Amor, y le sigue un hipérbaton (“a gustar convida”) con la cual se anuncia la invitación hacia el engaño. Luego cierra con una referencia mitológica, en la cual hace relación a Ganímedes, quien es secuestrado por Júpiter (equivalente a Zeus), y hace cargo a su amante de entregarle la copa de néctar de los dioses; y así crea una bella imagen de la boca como una especie de alcohol sagrado.

A partir de la segunda estrofa comienza la advertencia; el amor pasó de ser licor a una serpiente, un veneno que se esconde en la lengua, en las palabras del amante, y se transfiere a través de sus labios. Te pide cuidado, te avisa que entre flor y flor, entre lo que parece bello hay una trampa difícil de evadir. La tercera estrofa continúa la misma idea; el amor cambió de ser labios a una rosa, y la relaciona con la diosa Aurora, quien se cree que llora perlas (aljófar), y así señala que lo que puede parecer hermoso, en realidad conlleva dolor, y las rosas alfojaradas, que parecían en un principio algo agradable, se ve desencantado por la agonía.

El soneto termina con el cambio de la rosa a la manzana de Tántalo, otra referencia mitológica. En el mito, Tántalo recibe un castigo por Hades, y es condenado a la insatisfacción: si tiene sed el agua desaparecerá, y si tiene hambre el viento se llevará las manzanas del árbol. Y así, las manzanas simbolizan la incitación, pero que huyen una vez que estamos a punto de alcanzarlas. Y de todo ello sólo queda el veneno.

Así pues, vemos cómo el Amor, a través de usos de metáforas, hipérbaton y referencias mitológicas, sufre toda una metamorfosis en este poema: boca-licor-labios-rosas-manzanas. Pero vemos cómo lo que consideremos bello y atrayente se simplifica en veneno, en mentira, en estafas… no queda felicidad, solo pena. El amor mata, el amor muerde, el amor envenena, el amor duele, el amor seduce sin dar… La esencia barroca está en este mensaje y en este constante desengaño, en la desacralización que manifiesta Góngora sobre este sentimiento que une un ser con otro ser.

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