sábado, 22 de enero de 2011

Ejercicio.

Federico García Lorca

Alba

Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.

El poema se antoja barroco desde su primera instancia: el título Alba; el alba es el momento del día en que surge la sombra, en que la luz empieza a fundirse con la oscuridad y el ojo es engañado por los juegos burlones del sol que se esconde.

Las imágenes recurrentes del poema son precisamente las que aluden a la luz y a la falta de ella alternativamente, con evidente triunfo de la oscuridad, el último verso es la evidencia más clara de ello: “como una estrella apagada” contrapuesto a la “tarde clara” del antepenúltimo verso.

Además del claroscuro, el poema se nutre de otras imágenes típicamente barrocas como el ojo que no ve “la tristeza sin ojos” y los “ojos muertos” que avivan el tono lúgubre de la pieza. Finalmente la noche como tumba, es decir, la imagen de la muerte ligada a la oscuridad y a la pérdida a que se refiere el poeta a lo largo de todos los versos, completa el carácter barroco de la melancólica composición poética.

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